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Poco, bueno y frecuente

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«Poco, bueno y frecuente» escuchaba decir a un amigo consultor (Marc Breton) a un grupo de trabajo cuando estaban definiendo las acciones en un proyecto de activación de las ventas que tuve el gusto de compartir con él hace unos meses.

Poco: como indicación de que sea asumible, que permita empezarlo fácilmente, que sea ágil y altamente probable su puesta en marcha.

Bueno: en la intención que busca, en el efecto que produce. No es perfección o eficiencia lo que guía la acción, sino reconocer que independiente de la intensidad o amplitud del impacto, ayuda para los mejores fines de la acción. El bueno lleva implícito también que permita aprender y evolucionar a las personas.

Frecuente: pues el gimnasio del aprendizaje gana en potencia cuando crea sin cesar oportunidades para que se prueben nuevas ideas, se ejercite el aprendizaje tras la experiencia  y se refuercen comportamientos vitales. Frecuencia entendida como movimiento continuo, un círculo sin fin.

O sea que con un poco, bueno y frecuente, se desplazan dunas en el desierto, el mar moldea las rocas de los acantilados, el agua se abre paso formando ríos, el niño explora su entorno, adquirimos conocimientos, desarrollamos habilidades, etc.etc. Existen también multitud de ejemplos en el mundo profesional, deportivo, educativo,  si bien quiero destacar las iniciativas creativas con un alto impacto social en situaciones a priori imposibles (algunos ejemplos: conceder microcréditos a mendigos, instalar botellas de luz en hogares marginales…).

Muhammad Yunus – Micro-Credit Financing for Beggars V.O.

Entonces me pregunto,  si este modelo, que diría «con sentido, continuo y equilibrado» es pieza del gran puzle de nuestra evolución, desarrollo y aprendizaje positivo ¿cómo es que vivimos tanto «mucho, dudoso y sin camino» en nuestros proyectos, planes y actividades en las organizaciones? Seguramente porque las organizaciones, compuestas de seres humanos, están aprendiendo a valorar la naturaleza humana y el resto del contexto universal. Vivimos quizás en un paradigma de lo «lo quiero todo, y ya», o «lo quiero, no pienses, no seas consciente, haz”…o tantas otras posibles visiones mecanicistas del comportamiento del ser humano.

El último ejemplo positivo de la potencia de este principio  lo acabo de vivir en un proyecto en el que una empresa  tras ver como caían sus ventas de forma continua desde hace 3 años, en solo 3 meses han conseguido ¡parar la tendencia y  estabilizarlas! Catalizar el «poco, bueno y frecuente» a través de generar microacciones con sentido, que llevasen a la posibilidad de ponerlas en práctica en horizontes de días, evaluar y aprender en tiempo real, y rediseñarlas ha sido clave para darle un giro al sistema. El impacto motivador en el colectivo ha sido apreciable, el aumento de confianza en sí mismos observable, de que pueden también. Un inicio prometedor para los procesos dea cambio y transformación de nuestrs empresas.

Es por ello que invito a pensar/desear en grande y con sentido; diseñar, estructurar, desarrollar y actuar «poco, bueno y frecuente» y seguir aprendiendo basado en la experiencia.

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